
La bodega siempre ha supuesto un complejo capaz de estructurar todo el eje urbano de la ciudad. Además de ser un edificio contenedor de un producto como el vino, las bodegas han servido como espacios en lo que se agrupa la arquitectura bodeguera y otros ámbitos como los archivos (documentos), jardines, patios y almizcates. Todo este entramado reúne una riqueza artística que es capaz de construir la identidad de la ciudad o una zona como el Marco de Jerez. El bagaje histórico de estas bodegas añade a la ciudad un valor que influye directamente en la evolución de ésta y de su consideración patrimonial.
En el Marco de Jerez, el patrimonio industrial, traducido en las bodegas, tiene una gran relevancia en esta zona pues su desarrollo data de los inicios del siglo XIX. El conjunto arquitectónico así como el paisaje urbano que lo acompaña (en ciudades como El Puerto de Santa María, Sanlúcar o Jerez) han permitido considerar esta zona como espacio cultural. La situación que viven muchas bodegas “abandonadas” ha provocado que muchas de estas edificaciones fueran derrumbadas y con ello, una pérdida de identidad de la ciudad, algo que los ciudadanos no querían permitir.
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